Tierra negra. Minas y mineros. Volumen III

 Eduardo Urdangaray / Ramón Jiménez

24 × 17 cm, rústica

176 páginas

ISBN: 978-84-86375-38-6

15,00 €

  • 0,56 kg
  • disponible
  • de 5 a 8 días1

Para aquellas personas que amamos la fotografía, entre las que me encuentro, no puede existir mayor sensación que el reencontrarse con las imágenes de algo que ha supuesto parte de mi vida como dirigente sindical minero: la minería, sus pueblos, sus hombres y mujeres... Por eso tengo que agradecer muy sinceramente la invitación recibida para escribir unos párrafos que tratan de ser algo parecido a un prólogo. 

 

Comenzaré manifestando que si la fotografía es la ciencia y el arte de obtener imágenes duraderas por la acción de la luz, donde la imagen como mezcla de ideas y percepciones que elaboran un lenguaje concreto, a medida que lo relaciona con la realidad y, sobre todo, con la percepción que el fotógrafo tiene sobre las cualidades de la imagen para reflejar su entorno, los fotoperiodistas Eduardo Urdangaray y Ramón Jiménez lo han logrado con excelencia en esta nueva entrega de Tierra Negra, auténtica enciclopedia visual que encierran los últimos años de la historia de la minería y sus comarcas mineras. 

 

Y es esa comprensión sobre las posibilidades de la imagen como idea esencial que se elabora por medio de decisiones artísticas lo que hace consistente y sustanciosa esta obra que nos brindan sus autores, porque hacer una fotografía no solo trata del manejo del equipo o la reflexión sobre los conceptos básicos que sostiene cualquier planteamiento, sino, y, sobre todo, de la capacidad de la imagen para estructurar la complejidad de lo subjetivo a través de metáforas visuales. De la misma manera que un pintor plasma su imaginación con sus pinceles sobre un lienzo, la fotografía es el resultado de un análisis continuo y sostenido del fotógrafo con respecto a su lenguaje visual.

 

Con la mina como telón de fondo, estos dos artistas de las comarcas mineras del Caudal y Nalón —Eduardo y Ramón—, han disparado sus cámaras para dar sentido a lo que hoy ya es historia de la minería, llenando este libro de imágenes de pozos mineros, minas de montaña y sus pueblos, las luchas de los mineros y sus asambleas en las casas de aseo, los múltiples accidentes mineros y sus enfermedades profesionales, el esfuerzo, el dolor y el sacrificio, la rabia contenida, retratos humanos y mucho más, aunque solo represente un poquitín de lo muchísimo que tienen elaborado —me consta fehacientemente que más de treinta mil imágenes componen su trabajo—, y este es el resultado de lo que nos muestran a través de sus cámaras en esta entrega que lleva la excelencia de sus autores. 

 

Tal como dejó escrito el filósofo y ensayista Roland Barthes de que «La Fotografía es el arte de la ausencia porque muestra algo que ha dejado de ser», estas fotos de Urdangaray y Jiménez parecen hablar, efectivamente, de un tiempo que se ha detenido para siempre, como si nada fuese a cambiar ya en esos lugares. Hay también algo de tristeza, una languidez que parece adelantar que lo único que podría pasar en los pueblos mineros que nos muestra la obra es que desaparezcan cubiertos por el manto del olvido. 

 

¿Cómo contar lo que no se conoce, aquello que se oculta bajo la tierra? ¿Cómo hablar de un territorio vinculado a un trabajo o de un trabajo que sólo se da en un determinado territorio? ¿Cómo narrar a una comunidad, a un colectivo de personas cuyas vidas han girado alrededor de una profesión, de una compañía, de un concepto casi mítico de clase social? Construyendo un grupo donde las imágenes encuentren un impulso y un cobijo, tal como nos muestra Eduardo Urdangaray con la puesta en marcha del Archivo Histórico Minero, camino de ser el mayor fondo fotográfico minero en la temática minera, con la colaboración y el trabajo de Ramón Jiménez y sus tecnologías aplicadas a la fotografía. Esa es la gran labor de mis dos amigos Eduardo y Ramón a los que auguro grandes éxitos en sus trabajos.

 

Antón Saavedra

(del prólogo del volumen III)