Pericón de los Reportorios

Modesto Montoto, «Retrato de un vendedor de coplas ambulante: Pericón de los Repertorios», vidrio, 130 × 180 mm, Piloña (Asturias), c. 1915. © Muséu del Pueblu d'Asturies. Ayuntamiento de Gijón
Modesto Montoto, «Retrato de un vendedor de coplas ambulante: Pericón de los Repertorios», vidrio, 130 × 180 mm, Piloña (Asturias), c. 1915. © Muséu del Pueblu d'Asturies. Ayuntamiento de Gijón

No se le conocía ni casa ni brasa a Pericón de los Reportorios. Pobre mendigo, para él un portal cualquiera, una cuadra a la intemperie, o la benéfica sombra de un frondoso árbol eran los mejores rincones de palacio donde dormía la moña nuestra de cada día. Un Diógenes renovado y adaptado a nuestros tiempos, es posible que el principio sobre el cual reposaba toda su filosofía fuera aquél de: «El estado más perfecto del hombre es la borrachera». Claro que de existir la felicidad en vicio tan singular, hubiera sido Pericón el mortal feliz por excelencia. Su enmarañada pelambrera al aire, sin boina que la cubra del orbayu, con aquellas barbas engrasentadas y sucias, y los retales de harapos que con mucha dificultad cubrían sus carnes, movían a compasión y lástima. Se comentaba por la villa que era de noble procedencia, e incluso que tuteaba al Marqués. Las limosnas las convertía en un abrir y cerrar de ojos en anís, caña o ginebra, que vertía en un bote de hojalata, compañero inseparable de Pericón, haciendo las libaciones a vista del público.

Pepín de Cueva

Modesto Montoto, «Pepín de Cueva», vidrio, 130 × 180 mm, Piloña (Asturias), c. 1915. © Muséu del Pueblu d'Asturies. Ayto. de Gijón
Modesto Montoto, «Pepín de Cueva», vidrio, 130 × 180 mm, Piloña (Asturias), c. 1915. © Muséu del Pueblu d'Asturies. Ayto. de Gijón

Era natural de la parroquia de San Román. Siempre le conocí viejo, cetrino, descalzo por completo todo el año, le dominaba una manía curiosa por demás: ¡Él no era un hombre viejo ni tenía el pelo canoxu! La cosa llegaba a tal extremo que cuando una persona entrada en años se acercaba hasta él para depositar en su platillo la limosna, por supuesto, con la mejor y humanitaria intención, pues, Pepín no solo la rechazaba sino que insultaba al anciano o anciana con inusitada fiereza:

—¡Vieyonzón, vieyonzona! ¡Eso querés vosotros, pegame la vieyera! ¡Si non vos quitais delante, repuño...!

Antes se moría de hambre que tomar un trozo de pan de persona canoxa. Hubo ocasiones, perversas por demás, que alguien le ponía un espejo ante su cara, y Pepín al ver lo nevado de su barba, se arrancaba materialmente el pelo de la misma gritando:

—¡Esto pegómelo el demoniu de Vicentacu y la puñeflera de la Muñona: esos dos coldegaos fueren!

—Toma, Pepín, esti cachu de pan —le decía una moza.

—Ah, mociquina, dime la verdad: ¿diótelo alguna vieyonzona? 

—¡Sí, Pepín, di que sí! —gritaba cualquier criatura que por allí pasara.

—Pos entonces que lo coma ella, repuño. ¡Non lo quiero!

—No hagas casu, Pepín, que lo amasé yo misma.

—¡Ay, mante, Dios te lo pague! —y se marchaba el pobre tan orondo.

Para sacarle del todo de sus casillas no había más que citarle a Vicentacu y la Muñona, y decirle que le andaban buscando. 

—¿Vístelos tú, mante? ¿Pasaren por aquí? ¡Ay que recon-delgaos del diablu, que quieren acabar conmigo, y apegame más vieyera entovía! Pero, mira —e inclinándose hacia el suelo, cogía unas piedras y las metía en el saco—, pa en cuanto los vea: ¡mátolos, mátolos! ¡Ensinvergonzones! ¡Puñefleros! ¡Cómo los alcuentre...!

Pobre Pepín el de la Cueva, era un anciano inofensivo.

Bautista y la Nana

Modesto Montoto: «Bautista y la Nana», vidrio, 130 × 180 mm, Piloña (Asturias), c. 1915. © Muséu del Pueblu d'Asturies. Ayto. de Gijón
Modesto Montoto: «Bautista y la Nana», vidrio, 130 × 180 mm, Piloña (Asturias), c. 1915. © Muséu del Pueblu d'Asturies. Ayto. de Gijón

Bautista y la Nana, a ellos creo que dediqué mi mejor fotografía, la más lograda. De Santianes él, genuino representante del cretinismo. Pequeñina y avispada ella, natural de Mestas. Una mañana, les hice un retrato en plan de novios y al verse en la foto exclamó ella:

—¡Bah, qué coses tién! ¡Si fuera con un buen mozu!

A lo que replicó Bautista:

—¡Coñi! ¡Pos no estás tu mala llagartesa! ¡Si non la quita de xunt’a mi ahora mesmu!


De Un abuelo de cine. Modesto Montoto y Manuel Herrero Montoto