Tierra negra. Minas y mineros. Volumen II

Eduardo Urdangaray / Ramón Jiménez

24 × 17 cm, rústica

144 páginas

ISBN: 978-84-86375-27-0

14,00 €

  • 0,48 kg
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  • de 5 a 8 días1

Después de la exitosa acogida del volumen I de Tierra Negra. Minas y Mineros, publicado el año pasado, los reporteros fotográficos Eduardo Urdangaray (Mieres, 1969) y Ramón Jiménez (Langreo, 1962) sacan a la luz, bajo el mismo control editorial de Luna de Abajo, el segundo volumen de esta excelente colección de fotografías dedicada al mundo de la mina, con añadidos de algún que otro ámbito industrial y técnico.

 

Urdangaray y Jiménez, ambos de formación autodidacta, trabajaron en comandita durante muchos años en varios proyectos de prensa gráfica que les levaron a disparar sus cámaras a lo ancho y largo del mundo. En este sentido, puede decirse que ese tándem de fotorreporteros funcionó, de facto, como una única firma, tal es la afinidad y complementariedad que desprenden sus trabajos.

 

Una valoración, grosso modo, del vasto corpus reunido por estos fotógrafos, revela que las imágenes de temática minera e industrial —cuya estimación cuantitativa alcanza las 30.000 unidades—, conforman uno de los sectores más completos y logrados de su acervo.

 

El compendio que ahora se presenta, como el lector-observador podrá verificar, abarca en su mayor parte registros de la minería asturiana, aunque también aparecen documentos de la española y la extranjera. Así, el minero asturiano, unido a su entorno físico y social, constituye el eje vertebral de las representaciones, lo que era de prever, dada la respectiva vinculación de los fotógrafos a las principales cuencas mineras de Asturias por nacimiento y residencia.

 

 

Cada una de las instantáneas aquí reunidas condensa muchas horas de trabajo y experiencia. No está de más rememorar las incesantes salidas de estos profesionales con sus cámaras colgadas al cuello para cubrir una noticia o documentar un asunto; las tomas propiamente dichas del motivo o motivos, a veces en condiciones dificultosas o arriesgadas; el revelado de los negativos y, por último, la elección final de las imágenes, dependiendo de los requerimientos de los medios de comunicación. Todo ello, las más de las veces, realizado a contra reloj, como exige la trepidante actividad periodística.

 

En este punto, conviene aclarar que la mayoría de las imágenes que aquí se reproducen tuvieron su gestación en la etapa final del periodo analógico de la fotografía, lo que significa, entre otras cosas, que los fotoperiodistas tenían que sopesar mucho sus tomas, dadas las reducidas capacidades de los carretes, al igual que los costes de éstos.

 

Tanto el fotógrafo mierense como el langreano fueron testigos, asimismo, del paso gradual que experimentó la fotografía de prensa del primitivo blanco y negro al color. En el libro que ahora presentamos se ha buscado la coherencia visual manteniendo el característico blanco y negro de las fotos pretéritas y virando hacia esa modulación las fotografías generadas en color.

La entrega que el lector tiene ante sí, al igual que la precedente, ha exigido también un largo y laborioso trabajo de selección y digitalización de imágenes en el que los fabros asturianos emplearon, una vez más, toda la veteranía de su oficio.

 

 

En primer lugar, merece la pena constatar la calidad técnica que alcanza su producción fotográfica. Entre otros aspectos estilísticos, cabe destacar, en un rápido repaso, la captación lumínica; la maestría compositiva; el manejo del encuadre inclinado; la profundidad de campo; el sentido escenográfico; la capacidad de repentización y la plasmación de texturas visuales.

 

Las temáticas de las fotografías, de otro lado, abarcan una parte muy amplia del mundo minero. Podrían destacarse, entre otras iconografías, el retrato individual; el retrato colectivo; los accidentes; las exequias; las asambleas de trabajadores; las huelgas; las manifestaciones; las movilizaciones; los encierros reivindicativos; las fiestas mineras, los concursos de entibadores; la naturaleza muerta; los interiores; el paisaje industrial; la arquitectura industrial; el motivo ferroviario o, en fin, la vida cotidiana en las comarcas mineras.

 

El lector perspicaz se preguntará las razones por las que apenas aparecen imágenes del interior de las explotaciones, especialmente del tajo minero. Entre las causas de esa ausencia está, curiosamente, el interés periodístico, siempre tan sujeto a la actualidad. Debe advertirse que ese interés, no siempre coincidente con el de otras disciplinas, solía aflorar más en el exterior que en el interior de las minas.

 

Otra causa, no menos importante, tuvo que ver con las progresivas medidas de control y seguridad. Los ingenieros jefes de los pozos mineros, en general, se mostraban refractarios a evacuar autorizaciones para la entrada de la prensa en las instalaciones, tanto en las externas como en las internas, mucho más en periodos de conflictividad o tensión. El hecho de que la empresa estatal minera que asumió la gestión de los pozos asturianos contara además con un servicio fotográfico propio facilitaba la exención de expedir esos permisos. 

 

 

 

Los autores de Tierra Negra. Minas y Mineros, conscientes de la referida laguna, han intentado solventarla en los últimos años con la realización de algunos reportajes fotográficos del interior de algunas explotaciones, que desean difundir en esta misma colección.

 

Es indiscutible el valor que la obra de estos profesionales de la fotografía atesora para la historia, la arqueología industrial y la antropología social y cultural. De alguna manera, sus documentos vienen a poner imágenes a la Microcultura del carbón, título empleado por mí para un trabajo propio, aún inédito, que me llevó a visitar varios pozos mineros del Valle del Nalón a lo largo de unos cuantos años.

 

El alto valor de las imágenes que conforma el ciclo Tierra Negra hizo que andando el año 2010 aceptara, en el ejercicio de mis funciones como director de la Pinacoteca Municipal de Langreo, el depósito de 15 piezas, que Eduardo Urdangaray puso generosamente a disposición de la Institución. Dos ejemplares de ese lote pasaron entonces a exponerse de manera permanente en una de las salas del Centro.

 

 

 

Para ir terminando, puede afirmarse que las fotos de Eduardo y Ramón se inscriben en la tradición del fotoperiodismo más directo, efectivo y veraz, una tendencia que alcanzó la profesionalización en España a través de los trabajos de Alfonso Sánchez Portela (1902-1990) y Francessc Catalá-Roca (1922-1998). 

 

A esos componentes habría que añadir la sensibilidad y el compromiso social de otros fotógrafos como Agustí Centelles (1909-1985) y el carácter rotundo y crítico, presente en creadores de la talla de W. Eugene Smith (1918-1978). De este célebre autor estadounidense, no puede dejar de rememorarse aquí la conmovedora obra Mineros galeses. Reino Unido (1950).

 

Bajo estos planteamientos, Eduardo Urdangaray y Ramón Jiménez han sabido captar y catalizar los acontecimientos y vivencias de una época muy convulsa en lo laboral y en lo social, como fue la que abarca los cuatro últimos decenios en Asturias y en algunos otros países de tradición minera.

 

En conclusión, su trabajo ofrece, por un lado, el más extenso y excelente legado gráfico del canto de cisne de la minería asturiana; y por otro, una de las más valiosas aportaciones documentales de la actividad minera en varios territorios nacionales e internacionales.

Gabino Busto (de las introducciones del libro)