Por Pepe MONTESERÍN
Publicado en La Nueva España el 20 de marzo de 2018
Mi tristeza de hoy, en el 1.176 aniversario del fallecimiento de Alfonso II (parece que murió ayer), se compensa con el florecimiento en el RIDEA (Real Instituto de Estudios Asturianos) de Árboles y arbustos naturales de Asturias, de José María F. Díaz-Formentí, que presenta Luna de Abajo en su nueva e ilusionante andadura. Un libro necesario para no perderse en los bosques de Asturias y, al mismo tiempo perderse en esta selva autóctona, que ya existía antes de las glaciaciones: carbayedas y castañares, encinares y laureles, carrascales y agracejos, alcornocales y madroños, saucedas, avellanos y alisos, rebollares, arces, fresnos y abedules, robledales y rebollos, hayedos y olmos, abedulares y serbales... Lloremos a nuestros monarcas, pero regocijémonos con estos seres caducifolios tan queridos y necesarios, más viejos que Alfonso II, que sobreviven y ramonearon los dinosauros.
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